jueves, 8 de mayo de 2025

Comunicado de los Obispos del Uruguay con motivo de la elección del Papa León XIV.

Arriba, en el video, saludo de Mons. Heriberto.

Comunicado del Consejo Permanente de la CEU

En alegría y esperanza, con todo el Pueblo de Dios, hemos recibido el anuncio de la elección del nuevo sucesor de Pedro, el Papa León XIV. Robert Francis Prevost nació en los Estados Unidos, viene de la Orden Agustina y ha sido misionero en Perú, como lo recordó con su saludo en español.

Invitamos a nuestras comunidades a rezar por él, de forma particular el domingo del Buen Pastor, el próximo 11 de mayo.

Que el Señor bendiga al Papa León y que el Espíritu Santo lo guíe en su servicio de confirmarnos en la fe y animarnos a caminar juntos en la misión de llevar la paz y la luz de Cristo a los hombres y mujeres de nuestro mundo y nuestro tiempo.

Consejo Permanente - Conferencia Episcopal del Uruguay. 

Palabra de Vida: “Yo soy el pan bajado del cielo” (Juan 6,44-51)



8 de mayo de 2025. Jueves de la III semana de Pascua.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

«Mis ovejas escuchan mi voz» (Juan 10,27-30). IV Domingo de Pascua.

Amigas y amigos: como suelo hacer, estoy grabando esto con unos días de anticipación. Hoy, concretamente, es el miércoles 7 de mayo. Ya ha concluido la primera jornada del cónclave para la elección del nuevo sucesor de Pedro.

Dios mediante, cuando se difunda este video, ya habrá aparecido el humo blanco y habrá salido al balcón de la basílica de San Pedro el nuevo obispo de Roma.

Sin embargo, esta reflexión no puede dejar de referirse al nuevo Pontífice, más allá de quien haya sido elegido, precisamente porque este domingo es el de Jesús Buen Pastor. Cada año, en el cuarto domingo de pascua, escuchamos un pasaje del capítulo 10 de san Juan, en el que Jesús nos dice “yo soy el Buen Pastor”. Es también la jornada mundial de oración por las vocaciones. 

El pasaje que escuchamos este año es el final del discurso de Jesús. Un pasaje breve, pero de profundo contenido. Vamos a recorrerlo y comentarlo.

«Mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco y ellas me siguen» (Juan 10,27)

En tiempos de Jesús, los pastores guardaban en la noche sus respectivos rebaños, en un único corral. Cada mañana, el pastor buscaba a sus ovejas y ellas, al escuchar su voz, salían del corral y lo seguían.

Jesús se vale de esa imagen para expresar lo que significa para nosotros ser sus ovejas. 

Escuchar su voz es escuchar su Palabra, alimentarnos con el Evangelio y los demás libros inspirados que componen la Biblia. El Evangelio es la “Palabra del Señor”, en referencia al mismo Jesús y así se lo proclama al terminar la lectura; pero todos los textos bíblicos son Palabra de Dios y llegamos a comprenderlos en plenitud cuando entendemos su relación con Jesucristo.

Cada día estamos invitados a escuchar la voz de Jesús, recordando que lo hacemos, fundamentalmente para poner en práctica esa palabra, como Él mismo nos indicó que hiciéramos… Más aún, también su Madre nos indica:

«Hagan todo lo que él les diga» (Juan 2,5)

Nuestra escucha de la Palabra de Jesús se vive en Iglesia. La escuchamos durante la Misa y en otros momentos de celebración y de oración, o en el espacio de una pequeña comunidad o grupo de lectio divina. Pero aunque estemos solos, meditándola en casa, estamos llamados a sentir con la Iglesia, es decir, a escuchar el llamado personal que Dios nos hace, no con una actitud individualista, sino en comunión con todo el Pueblo de Dios.

Por medio de su Palabra, Jesús Buen Pastor sigue guiando a la Iglesia. Así lo recordaba el papa Benedicto XVI, al comienzo de su ministerio petrino, cuando manifestó:

Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la Palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia. (Benedicto XVI, 24 de abril de 2005)

El Papa, los Obispos, en nuestro magisterio, estamos también sujetos a la Palabra de Dios, también llamados a escucharla y ponerla en práctica. Eso es seguir a Jesús, seguimiento al que estamos llamados todos los cristianos.

«Yo les doy Vida eterna: ellas no perecerán jamás y nadie las arrebatará de mis manos» (Juan 10,28)

“Vida eterna”: la vida de Dios; ése es el gran don de Jesús crucificado y resucitado. Jesús, Buen Pastor, ha venido para que sus ovejas tengan vida. Para eso ha entregado su vida: para eso ha muerto y ha resucitado. La plenitud de esa vida estará en el “mundo venidero”; pero varias veces, en el evangelio de Juan, la encontramos como una realidad que, en la medida de nuestra capacidad, ya se nos da, aquí, a partir del encuentro con Jesús:

Les aseguro que el que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado, tiene Vida eterna y no está sometido al juicio, sino que ya ha pasado de la muerte a la Vida. (Juan 5,24)

El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. (Juan 6,54)

De hecho, ése es el sentido del bautismo: morir y nacer de nuevo en Cristo. Allí comienza nuestra vida eterna, a partir de nuestra unión con Cristo.

Tantas veces pretendemos ser lo que no somos, ser lo que el mundo espera de nosotros y nos negamos a reconocer nuestra fragilidad y nuestras actitudes mezquinas… La vida eterna que Jesús ha abierto para nosotros, queda opacada, no se trasluce… la luz que encendimos en la vigilia pascual, la luz que viene del Cirio que representa a Jesús Resucitado, queda muchas veces escondida; por eso, cada día tenemos que reencontrarnos y alimentar, con la oración y aún, si es posible, también cada día, con la Eucaristía, la vida plena que el Buen Pastor nos ha dado.

«Mi Padre, que me las ha dado, es superior a todos y nadie puede arrebatar nada de las manos de mi Padre. El Padre y yo somos una sola cosa» (Juan 10,29-30)

“Mi Padre, que me las ha dado…” Si nos hemos sentido llamados por Jesús, si buscamos escuchar su voz y seguirlo, es porque el Padre ha puesto dentro de nosotros el deseo del amor, de la verdad, de la vida. Jesús es todo eso, en plenitud. Él colma nuestras necesidades más profundas. Él es el único que puede dar respuesta a nuestra sed de eternidad.

Nadie nos arrebatará de las manos de Jesús, porque nadie puede arrebatar nada de las manos del Padre. Esto no significa que en la vida estaremos libres de contrariedades y sufrimientos: significa que, en medio de todo eso, nos sentiremos llevados y sostenidos por las manos de Jesús y del Padre.

“El Padre y yo somos una sola cosa”. Las palabras de Jesús concluyen con esta fuerte afirmación teológica, que provocará total rechazo e indignación de los fariseos que lo escuchan, al punto que quieren apedrearlo. Ellos explican su actitud diciendo:

«No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios» (Juan 10,33)

Jesús “no se hace Dios”. Él es Dios, él es la Palabra eterna del Padre que se hizo hombre y puso su morada entre nosotros. Él vive con el Padre una perfecta comunión de amor y conocimiento. En esa relación estamos llamados a entrar, a hacernos uno en ellos desde ahora. Entrar en esa unidad, en esa comunión con Dios, es tener ya la vida eterna.

En esta semana

Domingo 11. En este domingo se realizan las elecciones departamentales y municipales en el Uruguay. Oremos por todos los que salgan elegidos, para que sean verdaderos servidores del Bien Común.
Martes 13, Nuestra Señora de Fátima
Miércoles 14, San Matías, apóstol
Jueves 15, San Isidro Labrador, patrono de Las Piedras y tan querido y recordado en todo Canelones.
Viernes 16, en este día se celebra en Uruguay y Argentina la memoria de San Luis Orione.

Gracias, amigas y amigos por su atención. Que los bendiga Dios Todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

miércoles, 7 de mayo de 2025

Palabra de Vida: “El que viene a mí jamás tendrá hambre” (Juan 6,35-40)


7 de mayo de 2025. Miércoles de la III semana de Pascua.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

lunes, 5 de mayo de 2025

Palabra de Vida: “Señor, danos siempre de ese pan” (Juan 6,30-35)



6 de mayo de 2025. Martes de la III semana de Pascua.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.

“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”. (Juan 21,17)

El último capítulo del Evangelio de Juan nos lleva a Galilea, al lago de Tiberíades. Después de la muerte de Jesús, Pedro, Juan y otros discípulos han vuelto a su trabajo de pescadores, pero por desgracia la noche no ha sido fructífera.

El Resucitado se manifiesta allí por tercera vez y los exhorta a echar de nuevo las redes, y esta vez recogen muchos peces. Luego los invita a compartir la comida en la orilla. Pedro y los demás lo han reconocido, pero no se atreven a dirigirle la palabra.

Jesús toma la iniciativa y se dirige a Pedro con una pregunta muy comprometida: “Simón de Juan, ¿me amas más que estos?”. Es un momento solemne: por tres veces Jesús renueva la llamada a Pedro (cf. Mt 16, 18-19) para cuidar de sus ovejas, de las que Él mismo es el Pastor (Jn 10, 14).

“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.

Pero Pedro sabe que ha traicionado y esta trágica experiencia no le permite responder positivamente a la pregunta de Jesús. Responde humildemente: “Sabes que te quiero”.

A lo largo del diálogo, Jesús no reprocha a Pedro la traición, no continúa señalando el error. Le tiende la mano a la altura de sus posibilidades, lo lleva a su herida dolorosa, para curarla con su amistad. Lo único que pide es reconstruir la relación en la confianza recíproca. Y de Pedro brota una respuesta que es un acto de conciencia de su propia debilidad y, al mismo tiempo, de confianza ilimitada en el amor acogedor de su Maestro y Señor:

“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.

También a cada uno de nosotros Jesús le hace la misma pregunta: ¿me amas? ¿Quieres ser mi amigo? Él lo sabe todo: conoce los dones que hemos recibido de Él mismo, y también nuestras debilidades y heridas, a veces sangrantes. Y aun así renueva su confianza, no en nuestras fuerzas, sino en la amistad con Él. En esta amistad Pedro encontrará el valor de testimoniar el amor a Jesús hasta dar la vida.

“Momentos de debilidad, de frustración y de desaliento tenemos todos: […] adversidades, situaciones dolorosas, enfermedades, muertes, pruebas interiores, incomprensiones, tentaciones, fracasos […] Precisamente quien se siente incapaz de superar ciertas pruebas que se abaten sobre el cuerpo y sobre el alma, y por eso no puede contar con sus fuerzas, está en condiciones de fiarse de Dios. Y Él, atraído por esta confianza, interviene. Donde Él actúa, obra cosas grandes, que parecen más grandes precisamente porque brotan de nuestra pequeñez” (1).

En el día a día podemos presentarnos a Dios tal como somos y pedir su amistad, que cura. En este abandono confiado en su misericordia podremos volver a la intimidad con el Señor y reanudar el camino con Él.

“Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero”.

Esta Palabra de Vida puede convertirse en oración personal, en nuestra respuesta para encomendarnos a Dios con nuestras pocas fuerzas y darle las gracias por los signos de su amor. Escribe Chiara Lubich:

“[…] Te quiero porque has entrado en mi vida más que el aire en mis pulmones, más que la sangre en mis venas. Has entrado donde nadie podía entrar, cuando nadie podía ayudarme, cada vez que nadie podía consolarme. […] Concédeme estarte agradecida –al menos un poco– durante el tiempo que me queda, por este amor que has derramado sobre mí y que me ha obligado a decirte: te quiero” (2).

También en nuestras relaciones familiares, sociales y eclesiales podemos aprender el estilo de Jesús: amar a todos, ser los primeros en amar, “lavar los pies” (cf. Jn 13, 14) a nuestros hermanos, sobre todo a los más pequeños y frágiles. Aprenderemos a acoger a cada uno con humildad y paciencia, sin juzgar, abiertos a pedir y recibir el perdón, para comprender juntos cómo caminar en la vida unos al lado de otros.

Letizia Magri y equipo de Palabra de Vida

[1] C. Lubich, Palabra de vida de julio de 2000: Ciudad Nueva n. 367 (2000/7), p. 24.
[2] C. Lubich, «Gratitud», en Pensamientos (1961): Escritos espirituales/1, Ciudad Nueva, Madrid 1995, pp. 156-157.

domingo, 4 de mayo de 2025

«Maestro, ¿Cuándo llegaste?» (Juan 6,22-29)



5 de mayo de 2025, lunes de la III semana de Pascua.
Texto del Evangelio y breve comentario.

Doce palabras clave en el pontificado de Francisco.

Documentos de donde se tomaron las frases leídas en el vídeo.

01) Periferias. 24 de marzo de 2013, homilía en la Misa de Domingo de Ramos, XXVIII Jornada Mundial de la Juventud.

02) Alegría. Exhortación apostólica Evangelii Gaudium sobre el anuncio del Evangelio en el mundo actual, 24 de noviembre de 2013.

03) Casa común. Carta encíclica Laudato si’, 24 de mayo de 2015.

04) Familia. Exhortación apostólica Amoris laetitia, 19 de marzo de 2016.

05) Santidad. Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, 7. 19 de marzo de 2018

06) Jóvenes y ancianos. Exhortación apostólica Christus vivit, 25 de marzo de 2019.

07) Hermanos. Carta encíclica Fratelli Tutti, 3 de octubre de 2020.

08) Misericordia. Bula Misericordiae Vultus, 11 de abril de 2015.

09) Cuidado. Carta apostólica Vos estis lux mundi, 25 de marzo de 2023.

10) Esperanza. Bula «Spes non confundit», 9 de mayo de 2024.

11) Amor. Carta Encíclica Dilexit Nos, 24 de octubre de 2024.

12) Sinodalidad. Documento final XVI Asamblea del Sínodo de los Obispos, 26 de octubre de 2024.


sábado, 3 de mayo de 2025

«Apacienta mis ovejas» (Juan 21,1-19). III Domingo de Pascua.

El próximo miércoles 7 comenzará el cónclave para la elección del nuevo Papa. Contando a Francisco, han sido 266 los sucesores del apóstol Pedro. Toda la Iglesia Católica está en oración para que quienes tienen la misión de elegir al nuevo Obispo de Roma se dejen guiar por el Espíritu Santo. En estos días previos se están realizando las llamadas congregaciones generales, donde los cardenales se encuentran, se van conociendo y  escuchando y comparten momentos de oración.

El evangelio de este domingo contiene muchos mensajes sobre la misión de la Iglesia y, en particular, sobre la condición fundamental que se pide a Pedro para que el Buen Pastor le entregue la conducción de Su rebaño. Acerquémonos a descubrir o recordar lo que nos dice este evangelio sobre la figura de Pedro.

En el evangelio de Juan, Pedro aparece ya en el capítulo uno, entre los primeros llamados por Jesús. Todos recordamos el paso de Jesús por la orilla del mar de Galilea, donde encontró primero a dos hermanos, Simón y Andrés, y les dijo 

“síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Marcos 1,16-18).  

Juan cuenta de otra forma ese llamado.

Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús era Andrés, el hermano de Simón Pedro.  Al primero que encontró fue a su propio hermano Simón, y le dijo «Hemos encontrado al Mesías», que traducido significa Cristo. Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas», que traducido significa Pedro. (Juan 1,40-41)

Este cambio de nombre es un dato importante. El significado de Cefas, Pedro, aparece en el evangelio de Mateo: 

“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi iglesia” (Mateo 16,18).

Pedro reaparece al final del capítulo 6 del evangelio de Juan, que narra la multiplicación de los panes y peces, seguida del discurso de Jesús sobre el Pan de Vida. Mucha de la gente que hasta ese momento seguía a Jesús encuentra duro ese lenguaje y abandonan al Maestro. Entonces, Jesús se vuelve a los Doce discípulos y les pregunta si también ellos quieren marcharse. La respuesta llega de Simón Pedro:

«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de Vida eterna.
Nosotros hemos creído y sabemos que eres el Santo de Dios». (Juan 6,68-69)

Esta es la forma en que el evangelio de Juan presenta la confesión de fe de Pedro. Los otros evangelios lo presentan como Mesías y Mateo, además, como Hijo de Dios. En los cuatro evangelios Pedro habla en representación de los Doce; pero aquí lo hace en un contexto especialmente crítico, cuando muchos están abandonando la fe. Ese detalle enaltece la figura de Pedro.

Los otros evangelios no dudan en señalar algunas dificultades de Pedro para entender y aceptar lo que dice Jesús cuando habla de su pasión y muerte. Juan coloca esa dificultad de Pedro en otro marco, pero aún más directamente relacionado con la pasión: en la última cena, cuando Jesús lava los pies a los apóstoles. Pedro se resiste, Jesús insiste y así sigue el diálogo:

Cuando se acercó a Simón Pedro, éste le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?».
Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás».
«No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». 
Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». (Juan 13,6-8)

Dicen los estudiosos que el diálogo de Jesús con Pedro contiene la explicación más profunda y más radical del lavatorio de los pies: tomando la condición de servidor, de esclavo, Jesús anuncia su pasión. Eso es lo que Pedro comprenderá en su momento, cuando sea llamado a compartir la suerte de Jesús, es decir, cuando llegue su propio martirio en la cruz.

El anuncio de las negaciones de Pedro tiene también su detalle. En Mateo y Marcos, Pedro dice que no se escandalizará; en Lucas, que está dispuesto a seguir a Jesús a la cárcel y a la muerte. Pero en el evangelio de Juan, Pedro abre el diálogo con una pregunta:

«Señor, ¿a dónde vas?». (Juan 13,36)

Y Jesús le responde:

«Adonde yo voy, tú no puedes seguirme ahora, pero más adelante me seguirás» (Juan 13,36)

Aquí se trata de algo fundamental: seguir a Jesús, lo propio del discípulo. De la respuesta de Jesús se entiende que la pregunta “¿a dónde vas?” está expresando el deseo de Pedro de seguir a Jesús… pero todavía no es la hora de Pedro.

Llega el momento en que Jesús es apresado en el Huerto de los Olivos. Los otros evangelios nos dicen que “uno de los discípulos” sacó la espada e hirió a un servidor del Sumo Sacerdote. Juan identifica a Pedro como el autor de ese acto violento. Pedro no termina de aceptar el camino de Jesús: no quiere que le lave los pies, quiere ir con Él antes de tiempo, saca la espada… y, finalmente, lo negará tal como fue anunciado. Pedro es el discípulo que va formándose de a poco en la obediencia, pasando por muchos errores; pero en ese proceso madurará en su fe y se preparará para la misión que Jesús tiene para él.

Llega el último episodio. El evangelio de Juan ubica aquí la pesca milagrosa. Jesús resucitado está en la orilla. Cuando los discípulos lo reconocen, Pedro se lanza al agua. Una vez reunidos comen junto con Jesús y viene el decisivo diálogo:

Jesús dijo a Simón Pedro: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que estos?». Él le respondió: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis corderos».
Le volvió a decir por segunda vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me amas?». Él le respondió: «Sí, Señor, sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas».
Le preguntó por tercera vez: «Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?». Pedro se entristeció de que por tercera vez le preguntara si lo quería, y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; sabes que te quiero». Jesús le dijo: «Apacienta mis ovejas». (Juan 21,15-17)

Aquí está la misión de Pedro, aquí está la misión de sus sucesores; aquí está también la misión de todo el Pueblo de Dios, puesto que, cada uno en su estado, todos somos llamados a compartir el pastoreo, el cuidado de Jesús por los suyos. Aquí lo importante es que esa misión tiene su fundamento en el amor a Jesús. Amando a Jesús, el pastor podrá amar con Él a sus hermanos y hermanas.

Recordemos las palabras del Santo Cura de Ars, que no valen solo para los párrocos, sino para todos los pastores de la Iglesia:

“Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina” (San Juan María Vianney)

En el diálogo de Jesús con Pedro vuelve a aparecer el deseo de Pedro de seguir a Jesús hasta la muerte.

«Te aseguro que cuando eras joven tú mismo te vestías e ibas a donde querías. Pero cuando seas viejo, extenderás tus brazos, y otro te atará y te llevará a donde no quieras».
De esta manera, indicaba con qué muerte Pedro debía glorificar a Dios. Y después de hablar así, le dijo: «Sígueme». (Juan 21,18-19)

“Sígueme”. En los evangelios de Marcos y Mateo, esa es la palabra con la que Jesús, al comienzo, llamó a Pedro y Andrés. Ellos dejaron todo y lo siguieron con entusiasmo. Ahora, hecho su camino de discipulado, Pedro vuelve a escuchar esa palabra, después de que Jesús le encomienda apacentar a sus ovejas. El Pastor, al frente de la grey, está llamado siempre a seguir a Jesús, porque, en definitiva, no puede llevar a su rebaño a otro lugar que no sea el encuentro con Él.

Hermanos y hermanas, oremos mucho en estos días, para que el Espíritu Santo sople con fuerza y claridad sobre el cónclave y nos regale un pastor según el corazón de Dios, testigo de la Misericordia del Padre.

Gracias por su atención. Que los bendiga Dios todopoderoso: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.

Buscar a Dios llevando la Esperanza. Juan 14,6-14. San Felipe y Santiago, Apóstoles.



Palabra de Vida, Sábado 3 de mayo de 2025.
Estas breves reflexiones han sido preparadas para los internos de la comunidad terapéutica Fazenda de la Esperanza y son una invitación a vivir cada día la Palabra de Dios, invitación que todos podemos recoger y realizar.